La historia lo confirma. Basta recordar el icónico momento de Pamela Anderson en la edición de 2001, cuando irrumpió en la fiesta con unas gafas de sol extragrandes y una minifalda vaquera mínima que hoy haría sonrojar incluso a Glenn Martens. O, más recientemente, Margot Robbie, quien el año pasado cerró el capítulo del rosa Barbie con un sobrio vestido negro de Versace en los Oscar, solo para convertirse en el centro de atención más tarde con un corsé dorado de Mugler primavera-verano 1996 que acaparó titulares.
En esta edición, Rosalía se llevó todas las miradas con un vestido de transparencias de Dilara Findikoglu, una diseñadora en ascenso que ha conquistado a artistas que buscan desafiar los códigos tradicionales de la moda. Su elección no pasó desapercibida: un diseño inspirado en la lencería, alineado con la tendencia de encajes que ya han lucido figuras como Emily Ratajkowski, Kendall Jenner y Kylie Jenner en distintos momentos.
Pero no fue la única que dejó su marca en la noche. Úrsula Corberó apostó por un sofisticado Armani Privé, contrastando con un labial oscuro que añadió dramatismo a su look. La firma italiana, una de las favoritas de la gala, también vistió a otras celebridades que desfilaron por la alfombra de la fiesta.
La fiesta de Vanity Fair es el espacio donde las estrellas reescriben las reglas del glamour de Hollywood. Mientras en los Oscar predominan la elegancia y la tradición, aquí el factor sorpresa es el verdadero protagonista. ¿Cuál de estos looks marcará tendencia en los próximos meses? La respuesta, como siempre, la tiene esta exclusiva pasarela de la irreverencia y el estilo.
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