De Sarno, que antes brillaba bajo el ala de Pierpaolo Piccioli en Valentino, llegó a Gucci con la misión de darle un giro más universal a la firma. En un momento en que las ventas de la marca se habían estancado tras el auge nostálgico de Alessandro Michele, el diseñador italiano trató de reorientar el rumbo con una estética más contenida, donde el tailoring y las piezas a medida marcaron la pauta. La idea era clara: menos ruido, más clásicos. Pero parece que el giro no terminó de convencer.
Si bien su propuesta tenía el potencial de refrescar la marca, le faltó ese "factor conversación" que siempre necesita una casa de lujo para mantenerse en boca de todos. Como un buen lavado de paladar, sí, pero sin un plato principal que deje huella. Y mientras tanto, el mercado del lujo en general se desaceleraba, afectando especialmente a marcas como Gucci, que aún intentan reponerse tras la caída en las ventas de sus productos más accesibles: zapatillas, sudaderas y minibolsos.
En números, las cosas tampoco pintan bien: Gucci reportó una caída del 21% en sus ventas en los primeros nueve meses de 2024, y ahora la atención se centra en el futuro inmediato. ¿Quién será el próximo capitán de este barco? ¿Un regreso al maximalismo o una reinvención aún más audaz?
La partida de De Sarno plantea más preguntas que respuestas, pero algo es claro: Gucci necesita un cambio radical para recuperar el terreno perdido. O, al menos, para ponerse al día con sus compradores más exclusivos. Y, claro, para recuperar el glamour que la hizo brillar en el universo del lujo.
Así que, mientras esperamos el desfile de febrero, la gran incógnita persiste: ¿será este el cierre de un ciclo o apenas el inicio de algo más grande? ¡Solo el tiempo lo dirá!
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