Ubicado en una antigua finca agrícola de 1888, Aguamadera es de esos lugares que parecen salidos de un sueño bien curado de Pinterest. El proyecto fue creado por tres nombres que saben lo que hacen: Pablo Fernández-Valdés (ex director del grupo Tragaluz), Azul Caralps (su pareja) y Iria Urgell, hija de Ricardo Urgell, el mítico creador de Pachá. Con esa mezcla de sensibilidad, experiencia y espíritu libre, el resultado no podía fallar.
La casa principal cuenta con siete habitaciones que respiran serenidad, y hay cuatro casas independientes para quienes buscan más privacidad. Todo el interiorismo celebra lo simple, lo natural y lo bello sin esfuerzo: suelos de terracota, piedra seca, tonos tierra, hornacinas, iluminación tenue… cada rincón te invita a quedarte un ratito más.
¿El plan? Amanecer con vistas al campo ibicenco, desayunar sin apuro, siesta al borde de la piscina, tardes de lectura y vino, música en vivo al atardecer… y repetir. Porque en Aguamadera se vive bien, se vive lento y se vive con propósito.
Viajar a Ibiza en invierno europeo (verano en Uruguay) es ir directo al caos festivo. Pero en nuestro invierno (julio, agosto), la isla muestra su lado más amable: playas de agua turquesa, mercadillos hippy chic, chiringuitos con alma bohemia, caminatas por pueblos blancos y restaurantes que combinan lo rural y lo sofisticado como solo en Ibiza saben hacerlo.
¿Algunos imperdibles cerca de Aguamadera?
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El pueblo de Santa Gertrudis, perfecto para perderse entre tiendas de diseño y cafés con jugos naturales.
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Las calas escondidas del norte, como Benirràs o Cala Xuclar, donde el tiempo parece haberse detenido.
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Y si querés un almuerzo épico frente al mar, reservá en La Paloma, uno de esos spots que mezclan comida orgánica, encanto rústico y ambiente internacional.
En resumen: si buscás un destino para cortar con el frío, Ibiza en julio o agosto es un mimo solar para el cuerpo y el alma, y Aguamadera es ese lugar al que vas por el diseño... pero volvés por la paz.
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