La trampa de la hiperproductividad y la culpa: un reto de la vida moderna

A mitad del 2024, y post-COVID, nos encontramos en una era que nos desafía constantemente a mantenernos ocupados. Desde el equipo editorial de InfoStyle, hemos reflexionado sobre la creciente sensación de falta de tiempo, a pesar de los años de parón que la pandemia nos obligó a tomar. Este fenómeno nos lleva a cuestionarnos: ¿Por qué sentimos que nunca hay suficientes horas en el día? ¿Estamos atrapados en un ciclo de hiperproductividad y culpa?

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La era de la hiperproductividad

En nuestra sociedad actual, estar constantemente ocupados se ha convertido en una norma. Nos bombardean con la idea de que debemos ser productivos en todo momento: desde planificar nuestras comidas hasta asistir al gimnasio, mantener una vida social activa y seguir aprendiendo cosas nuevas. La expectativa es que debemos manejar todas estas responsabilidades sin esfuerzo. Sin embargo, cuando no podemos seguir este ritmo, la culpa nos consume.

El psicólogo Unai Aso de Buencoco explica que la culpa es una emoción que surge cuando creemos que hemos fallado en cumplir con nuestras propias normas éticas o morales. "La culpa promueve comportamientos sociales cooperativos y la reparación de relaciones", menciona Aso, destacando que aunque la culpa puede tener una función social positiva, se convierte en un obstáculo cuando nos sentimos obligados a cumplir con estándares de productividad inalcanzables.

La desconexión interna y las exigencias externas

Estamos tan sintonizados con las expectativas externas que a menudo nos desconectamos de nuestras necesidades e instintos internos. La educación y las normas sociales con las que crecimos influyen profundamente en cómo nos juzgamos a nosotros mismos. Aquellos criados en ambientes exigentes son más propensos a sentir culpa cuando no cumplen con estas expectativas.

Vivimos una paradoja: mientras se nos insta a cuidar nuestra salud mental, la sociedad valora más nuestros logros profesionales y financieros. Esta disonancia crea una desconexión, donde parece que lo único que importa es lo que se puede medir en horas trabajadas o en dinero ganado.

Los peligros de la hiperproductividad

La presión por ser siempre eficientes, exacerbada por el avance tecnológico, puede llevar a consecuencias graves como el agotamiento y el estrés. Aso señala que esta mentalidad de "hacer siempre" descuida aspectos vitales de la vida, como el ocio, las relaciones personales y el autocuidado. "La hiperproductividad puede ser una respuesta al avance tecnológico y la presión constante por ser eficientes, pero tiene una contrapartida clara en forma de agotamiento y estrés", reflexiona el experto. La falta de equilibrio entre la vida laboral y personal puede hacernos más vulnerables al burnout y la ansiedad.

La necesidad del descanso y la reflexión

Es crucial rescatar esos momentos de aparente inactividad, como mirar al techo sin hacer nada. El aburrimiento, lejos de ser un enemigo, es esencial para fomentar la creatividad y la planificación. Estudios han demostrado que estos momentos de descanso mental ayudan a consolidar mejor nuestros recuerdos y a reducir el estrés y la ansiedad.

Para combatir la culpa de no estar siempre productivos, Aso sugiere redefinir nuestro concepto de productividad y hacernos preguntas fundamentales: ¿Qué es realmente importante en nuestra vida? ¿Cuáles son nuestros valores y prioridades? Reflexionar sobre nuestros logros sin culpa puede ayudarnos a encontrar un equilibrio más saludable entre nuestras responsabilidades y nuestro bienestar personal.

La presión por la hiperproductividad y la culpa asociada son desafíos que necesitamos abordar con urgencia. En lugar de perseguir incansablemente la eficiencia, es vital reconocer la importancia del descanso y la reflexión. Al redefinir qué significa ser productivo y exitoso, podemos aliviar la carga de la culpa y encontrar un equilibrio más sostenible en nuestras vidas.

Invitamos a nuestros lectores a reflexionar sobre estos puntos y a encontrar un ritmo de vida que realmente resuene con sus valores y necesidades personales.

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(Por Agustina Amorós) La artista uruguaya Sofía Balut Páez (33) está radicada en España desde hace casi una década. Con su propio estudio en Barcelona, un interesante catálogo de impronta cubista y un genuino empuje emprendedor, se abre camino en el mundo del arte internacional. Sus obras se exhiben en las bienales, ferias y museos más prestigiosos del mundo, como la Art Fair de París, el Museo del Louvre o el Museo Europeo de Arte Moderno de Barcelona. Este año fue convocada a la primera Bienal de mujeres artistas que se celebrará en Londres. Su firma lleva con orgullo el legado de ser nieta de Carlos Páez Vilaró. Siguiendo las pinceladas de su abuelo, Sofía representa a nuestro país en lo más alto del mercado artístico internacional.