Hay diseñadores que siempre visten de negro. Otros, de jean y camiseta blanca. Y se entiende: cuando pasás tu vida metido en armarios ajenos, probablemente quieras evitar el drama con el propio. Pero Miuccia pertenece al grupo opuesto: ella es su mejor vidriera. A sus 76 años se pone más color, más textura, más movimiento que en su juventud. Pero lo que impacta no es lo que lleva puesto, sino cómo lo lleva.
Puede aparecer con un abrigo masculino de hace 15 años y hacer que parezca recién salido del horno de Milán. O calzarse un vestido transparente con ropa interior bien a la vista y seguir viéndose más elegante que cualquiera en la sala. Miuccia es mezcla: de géneros, de épocas, de ideas. Y mientras muchos siguen tendencias, ella las entierra. Literal.
No usa redes sociales. Rara vez se deja ver. Y sin embargo, no necesita decir nada para decirlo todo. Porque su estilo es su manifiesto: una forma de mostrar libertad, elegancia, política, contradicción… y todo al mismo tiempo.
Miuccia entendió antes que nadie que el encaje no tiene por qué ser sexy, que los calcetines pueden ser un statement, y que a la Met Gala también se puede ir en pantalón. Porque vestirse, para ella, nunca fue solo cuestión de moda. Fue, es y será una forma de pensar. Y nadie debería pensar por vos.
Así que si alguna vez te preguntás qué significa “vestir de Prada”, la respuesta no está en TikTok, ni en las pasarelas, ni en la etiqueta del vestido. Está en ella. En esa mujer que mezcla Chanel vintage con ironía, lujo con rebeldía, y que nos recuerda (sin levantar la voz) que vestirse es, al final, una forma de libertad.
Tu opinión enriquece este artículo: