Su historia se contó muchas veces. Cuando Alfonsina tenía seis meses un accidente doméstico con una vela prendió fuego su cuna. Las quemaduras de primer grado en la mitad de su cuerpo la llevaron a internaciones que duraron años, perdió su mano izquierda y se tuvo que someter a 17 cirugías hasta entrada la adultez. Hoy convive con las secuelas de las quemaduras en su cuerpo, pero aprendió a convertir el dolor en un maestro. A partir de su historia de vida se dedica a acompañar a quienes pasan por lo mismo. Visita constantemente el Centro Nacional de Quemados, genera vínculos inquebrantables con los pacientes: ella los llama “samuráis” y ellos le dicen “tía”. Con su sonrisa amplia recorre los pasillos del hospital llevando dulces caseros, abrazos y besos. Mucho de ese amor se ve en sus redes @alfonsinamaldonado. Ella da mucho, pero también preserva su intimidad. Vive austeramente en Florida, junto a su papá. Toda la vida vivieron en el campo, a 30 kilómetros de la capital departamental.
Según Alfonsina su generosidad llega a un límite cuando se trata de sus caballos: no le gusta que nadie toque a su yegua de competición, no olvidemos que es una amazona. Para estar bien necesita del contacto con la naturaleza, la introspección, el canto de los pájaros y los baños en el arroyo que ayudan a desinflamar la piel. A días de cumplir 40 años y recientemente homenajeada como embajadora de Marca País por Uruguay XXI, en InfoStyle tuvimos el honor de conversar con la reina samurái. Hoy, con ustedes, un ángel que vive entre mortales: una charla con Alfonsina Maldonado.
¿En qué consiste el trabajo de la Fundación Alfonsina Maldonado?
La fundación engloba el trabajo que yo vengo haciendo desde hace muchos años con quemados. La inmensa mayoría son accidentes domésticos. Termos mal cerrados, mangos de sartenes al alcance de los niños, hornos, velas, manteles. El 80 % de los quemados de nuestro país tienen que ver con el agua caliente del mate.
El objetivo de la fundación es abrir un centro de rehabilitación para cuando los pacientes quemados salen de alta tengan un lugar donde rehabilitarse, que es una carencia importante en Uruguay. Hoy no tenemos un centro de esas características. Mientras tanto, a través de la fundación acompaño personalmente a niños y jóvenes quemados: los visito, los acompaño a block para las cirugías, voy con ellos a raspaje, estoy con la familia. Muchas veces la familia está en esta en estado de shock o no entiende qué está pasando, entonces converso con ellos: les muestro mi cuerpo quemado y rehabilitado, les explico cómo son los procedimientos. Mi llegada es distinta a la de los médicos, enfermeros o psicólogos, porque yo viví lo mismo. Sé lo que sienten ellos y muchas veces pongo en palabras lo que los niños no pueden explicar. Las secuelas de los quemados quedan de por vida. Uno tiene dolor crónico y hay que aprender a convivir con eso. También soy mano dura… les digo: si no hacés lo que tenés que hacer, te vas a quedar todo torcido. Yo estoy así porque entreno todos los días, me pongo las cremas, hago todo lo que hay que hacer.
Estoy en contacto permanente con el Centro Nacional de Quemados, que es un equipo de primer nivel, y estoy al tanto de los ingresos que hay. Es una labor donde no hay voluntarios. Hace años que hago esto al servicio de la causa. Todo sale de mi bolsillo. A partir de mi trabajo tengo la suerte de trabajar con grandes marcas: a través de La Roche Posay consigo cremas valiosísimas como la Cicaplast, que da resultados increíbles a los quemados. Soy embajadora de Ta-Ta que me da ingredientes con los que cocino. Llevo tortas caseras para el niño, el familiar, las enfermeras y los porteros de la entrada del hospital. Somos un gran equipo. Después los pediatras me rezongan si me pasé con el chocolate o fue mucho dulce de leche… pero bueno, yo sé lo que es estar en una cama de hospital y sé que esos encuentros son importantes. Me conmueve ver cómo se emocionan los quemados al verme llegar. Su alegría me toca el corazón. ¿Qué sentirán ellos al verme? Pienso siempre en eso.
¿Y qué sentís vos?
Cuando los veo siento el privilegio de conocer a un samurái. No siento lástima, siento admiración. Es un honor para mí poder conocerlos. Son superhéroes que están luchando por vivir y todo lo que hacen es inspirarme. Veo en sus ojos valentía. Son guerreros con mucho temple frente a tanto dolor físico. Los admiro. Por supuesto que es duro. Yo estoy con ellos en procesos muy difíciles como los raspajes que duelen, duelen mucho. Me agarran la mano y me dicen que no quieren sufrir más. Tener que decirles: sí, va a doler, pero hay que hacerlo... Es duro, pero ahí estamos... Los quemados se vuelven sabios en tiempo récord. Yo les enseño que, si se ponen nerviosos, el dolor aumenta. El gran samurái aprende enseguida y sabe que, si se calma, el dolor baja. Un cuerpo relajado canaliza mejor el dolor. ¿Cuáles son tus recomendaciones al cruzarnos en la vida con un samurái?
Si sabés que está pasando un mal momento, no preguntar nada, solo acompañar. Cuando ellos quieran te van a expresar lo que sienten. Basta con acompañar desde el respeto y el silencio.
¿Qué dirías que es lo que más te ha ayudado a ti?
Mi doctor: Mario Arcos, mi ángel de la vida. Mi crack maestro. Me enseñó a explicar el dolor: qué me duele, dónde me duele y cómo me duele. Describir eso es un proceso. También la Dra. Sylvana Caporale, que era parte del equipo del doctor. Siempre intento permanecer en contacto con la gente que me salvó la vida y me curaba. Tengo mucha admiración por ellos.
Ayer Uruguay XXI te nombró embajadora de Marca País, ¿cómo fue recibir ese reconcomiendo?
Me emociona mucho, es un inmenso honor para mí. Lo que más conmueve es el significado de ser embajador, lo que conceptualmente refiere la palabra. Anoche me veías toda divina vestida de gala, pero esa mañana había estado haciendo un corral en el campo, y a la tarde pasé por el hospital… me peinaron entre las enfermeras antes de irme. Me acompañaron al reconocimiento mis amigos de Sevel, siento que el reconocimiento también es gracias a las personas y las marcas que me acompañan hace tanto.
¿Qué significa para ti ser embajadora de RAM Uruguay?
Es un prestigio muy grande. La familia de Sevel hace dos años que me acompaña. Que le abran las puertas a alguien que rompe los estereotipos de imagen, que elijan trabajar con alguien que “le falta algo”, te demuestra los valores que tiene Sevel, que tiene RAM. Me han dado alas para mi carrera. Siempre, siempre están. Tengo un vínculo de mucho cariño, los quiero mucho.
¿Cómo sigue tu faceta como atleta?
Golpeé puertas dos años para conseguir sponsors para poder ir a los Juegos Olímpicos de París y no se dio. Intenté estar en Londres, llegué a ir a Río, intenté estar en Tokio. Implica remar mucho y uno no llega bien, ya lo viví. Aspiro a estar en los próximos, ir a Los Ángeles. El deporte de élite es muy caro y el mío, particularmente, es excesivamente caro. Le pido al universo que me envíe el sponsor que me brinde lo necesario para intentar la medalla; que la vida me dé la oportunidad de competir como una deportista, no como soñadora. Yo quiero ser una atleta, no recaudar fondos. Pero no espero que las cosas me caigan del cielo, me muevo, pido por el milagro haciendo cosas para lograrlo.
¿Qué proyectos se vienen para el próximo año? ¿Alguno que te ilusione particularmente?
El año que viene grabo un documental para TNT que saldrá en toda Europa. Me convocó una periodista polaca con un proyecto muy grande. Se graba en febrero, son cinco días de rodaje, con un equipo excelente. Mi historia es el arranque de temporada, pero serán varios capítulos.
También estoy trabajando en un proyecto personal muy ambicioso que me ilusiona mucho. Viajé a Estados Unidos a golpear puertas para lograrlo, pero hasta que no se concrete me lo guardo para mí. Soy una mina que va para adelante por sus sueños.
Ping pong con Alfonsina Maldonado:
- Un libro: Muchas vidas, muchos maestros, de Brian Weiss
- Un sueño por cumplir: Una medalla olímpica
- Un miedo: Perder la voluntad
- Un hábito: Meditar, entrenar y bañarme en agua fría
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