Para entender verdaderamente qué es la Bresh, hay que experimentarla. El concepto es diametralmente opuesto a lo que se entendía tradicionalmente por boliche. Para empezar, no tiene un espacio físico fijo, la fiesta se mueve a distintas locaciones. Tampoco tiene fechas estables, se van programando y anunciando vía web y redes sociales. Aquel halo misterioso y oscuro de la noche se sustituyó por una paleta de colores rosa, caramelos, brillantina y muchos componentes reversionados de la infancia. En la fiesta más linda del mundo, por suerte, tampoco hay limitaciones de rango etario. La música se presenta en formato de “hitazo tras hitazo”, que incluye clásicos de todas las épocas y géneros musicales. No importa la edad que tengas, tu música va a tener su momento.
El escenario propone una apuesta artística en sí misma: con DJs, host y bailarines que con notorio carisma dialogan con la gente y los alientan a bailar, cantar y disfrutar. La Bresh es con su apuesta performática fue primero federal, después latinoamericana y no demoró en internacionalizarse y llegar a destinos inimaginados. Supieron hacerse lugar en festivales de renombre internacional como Tomorrowland, Arenal Sound o Lollapalooza y desplegar su propuesta para públicos masivos de hasta 80.000 personas.