Pablo Cuevas le huye todo lo posible a la prensa y esta entrevista no fue la excepción. Pero en InfoStyle nos buscamos un aliado infalible, que esté dispuesto a seguir peleando en el campo de juego, sin importar cuántas horas vayan de partido. Fue así que, en complot con Clarita, su esposa, logramos la victoria. Una mañana tranquila de primavera, mate de por medio, conversamos con el tenista uruguayo más importante de todos los tiempos.
Afirma que, de ser por él, su raqueta se llenaría de telarañas: la usa solo para la academia de alto rendimiento de la que forma parte. Eso sí, no hay deporte que no practique: está especialmente colgado con el golf en el último tiempo, ama el surf y las costas uruguayas, le gustaría aumentar su dosis de pádel, elige esquí siempre que se puede viajar a la montaña, hace kite para sacarle provecho al viento montevideano y le gusta pescar, tanto en costa como embarcado. Con la misión secreta de contagiar el gusto por la actividad física al aire libre, se preocupa por involucrar a sus hijas, que a su propio ritmo se van enganchando en ese modo de vida. Preocupado por ser un padre presente y recuperar el tiempo en familia que el tenis quitó, el retiro le sienta bien. Se siente relajado y en paz con la decisión. No se descarta un partido de exhibición con Djokovic o Nadal en Uruguay, que sería una gran despedida de carrera, pero Pablo ya hizo su parte y dice que no le quita el sueño si no sucede. Enfocado en su juego, disfrutando de sus logros, y llevando una vida tranquila en Uruguay: así vive el retiro nuestro tenista estrella.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos asociados al tenis?
Siempre hice mucho deporte. Mis padres jugaban mucho al pádel. Cuando yo era niño fue el primer boom del pádel en el interior, existía el Circuito del Río Uruguay y mis padres viajaban bastante a jugar. Era algo totalmente social para ellos, pero de alguna manera empecé a jugar al tenis porque todas las canchas de pádel estaban ocupadas. Mi madre le llevaba la parte contable a la esposa de mi entrenador y de alguna manera hacían canje por mis clases.
Nací en Concordia (mi madre es uruguaya y mi padre es argentino) y desde muy chico iba a Salto a entrenar. Había una lancha para cruzar la frontera, pero yo hacía canotaje y rápidamente empecé a cruzar el río en kayak. Tenía dos: uno para cuando el río estaba plano y otro para cuando estaba más movido. Cuando uno nace frente a la orilla del río las circunstancias cambian, yo lo dominaba bastante bien, pero hoy lo miro como padre y me parece una locura. El kayak era mi medio de locomoción diario: sin celular, sin nada, en mi casa se enteraban que estaba todo bien cuando ya había vuelto.
¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte al tenis profesionalmente?
Yo quería que el deporte sea mi medio de vida, no quería abandonarlo para hacer otra cosa.
Tengo el recuerdo de charlas con mi madre en las que preguntaba ¿de qué deporte se puede vivir? No tenía referencias de mi entorno en tenis, pero si estaba la famosa legión argentina encabezada por Coria, Gaudio, Nalbandian… También ya estaba ESPN, TyC Sports… no como ahora que hay mucha información, pero yo ya consumía eso. Empecé a ver que era posible vivir del tenis y de a poco empecé a priorizarlo antes que otras cosas. A partir de los doce años se volvió mi único deporte.
Tuviste muchos momentos memorables como tenista, ¿qué recuerdo atesoras especialmente?
Se me viene a la cabeza un momento específico, que tal vez no es el más recordado por la gente, que es el ATP 500 en Río de Janeiro. Lo de Roland Garrós de dobles –que seguramente sea el momento más memorable de mi carrera–, se dio en parte sin buscarlo.
La esencia de este deporte es individual, después se dan los dobles, pero era algo que yo hacía verdaderamente para mejorar en mis singles. Sin dudas Roland Garrós marcó mi carrera y me permitió muchas cosas, pero si tengo que responder desde lo personal, atesoro ese torneo de Río de Janeiro, que tuvo el condimento de en semifinales ganarle a Nadal. Fue mucho más pensado, preparado, con mucho más anhelo y esfuerzo.
¿Cómo fue el proceso interno hasta anunciar tú retiro en septiembre de este año?
Tengo 38 años y puedo decir que hasta los 35 disfruté mucho de mi carrera. Esos años entre medio se me empezaron a hacer cuesta arriba. Tengo un recuerdo muy marcado de estar a punto de tomarme un avión y preguntar si había posibilidades de tomarme el mismo vuelo en tres días, sin dudarlo postergué el viaje y volví a casa para sorpresa de todos. Fue una señal de que estaba perdiendo ese apetito competitivo que es imprescindible en este deporte. Seguí un tiempito más, pero no lo estaba disfrutando como antes. Me di cuenta que inconscientemente quería hacer menos esfuerzo, pero seguir teniendo buenos resultados, lo cual es incompatible.
Estaba cansado de tanto viaje, desde mis 15 años hasta la pandemia, no había estado nunca más de dos semanas seguidas en Uruguay. De a poco me fui interesando por otro tipo de cosas, empezó a motivarme pensar cómo iba a seguir mi vida para adelante, eran señales de cansancio y de que me estaba desenfocando. Empecé a anhelar tener más tiempo libre, poder estar más presente para mi familia, disfrutar de cosas simples como poder dormir en mi propia cama… todo eso me fue llevando naturalmente a la decisión.
Seguís involucrado al tenis desde otro lugar, ahora acompañando a jóvenes tenistas, ¿cómo te venís sintiéndo en este nuevo rol?
Sí, estamos en el Carrasco Polo con un equipo de cuatro entrenadores y un preparador físico. Acompañamos a aproximadamente 13 tenistas juniors de alto rendimiento: la más chica tiene 9 años y el más grande 18. En la pretemporada se suman algunos extranjeros a entrenar. Este es un proyecto que empezamos juntos con Facundo Savio, que fue uno de mis entrenadores. Lo hablamos mucho, mi plan era sumarme más adelante en cancha. Yo quería tomarme un tiempo primero, no quería el compromiso de sumarme a los entrenamientos, aunque igual iba a ver algunos de forma espontánea –sin un compromiso de día y hora–, no quería caer en la trampa, pero la realidad es que me fui enganchando más rápido de lo que quería. De alguna manera elegí acercarme a los juniors porque tengo claro que no quiero volver a comprometerme a viajar entre 25 a 30 semanas al año. Me enganché mucho con los chicos, son personas muy comprometidas, que quieren mejorar, que escuchan y valoran ese tiempo; eso me llena de energía y me dan ganas de acompañarlos en su proceso de crecimiento como jugadores y como personas.
No me siento profe de tenis todavía, sino más como entrenador, más inclinado a la competencia. Me gustaría que quienes quieran dedicarse al tenis tengan buenas posibilidades acá.
Recién empieza esta etapa para mí, pero tengo la ilusión de cranear un centro de entrenamiento más global, donde los chicos puedan prepararse tenísticamente pero también estudiar online, que cuenten con la figura de un tutor, que tengan entrenamiento físico y mental y que sea una especie de polo en Sudamérica para tenistas juniors. Me encantaría lograr eso.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere dedicarse al tenis profesionalmente?
Le aconsejaría que lo imagine, que lo desee y que sea consciente que requiere de mucha paciencia. Lo tienen que amar. Estamos frente a generaciones donde la paciencia escasea, y todo se quiere conseguir en 15 segundos. Nada significativo sucede en segundos. Es importante aprender a disfrutar del camino, del día a día –que no es tan sencillo– pero es tan importante y enriquecedor como otros aspectos de la carrera.
La primera pregunta que me hacen muchos padres es: ¿creés que va a ser bueno en esto? Yo trato de transmitirles que la meta no es que esté entre los diez mejores del mundo, sino en todo lo que este camino les puede dar. Hay mucho aprendizaje, esfuerzo, disciplina, herramientas, contactos, incluso becas en tremendas universidades internacionales, es importante estar abierto.
Ping pong con Pablo Cuevas:
- Un libro: Leo más que nada sobre deporte y psicología. Destacaría Milagro en los Andes, El hombre en busca de sentido y me interesan particularmente las biografías de deportistas.
- Una película: No soy muy de estar en el sillón viendo tele. Donde veía películas era en los aviones, que me entre-dormía y miraba tres películas, para el momento del aterrizaje había mezclado la trama de las tres y al bajarme ya no sabía ni qué había mirado.
- Un miedo: Comenzar proyectos que no logro visualizar primero en mi mente.
- Un sueño: Ser un buen padre. Sobre todo, ser un papá presente, después de todo lo que me perdí.
- Un referente: Las personas que emprenden con pasión, que se arriesgan por lo que aman.
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