Con interiores diseñados por Ian Schrager Company —la mente detrás de EDITION en el mundo—, en colaboración con el estudio Rockwell Group, y con arquitectura a cargo de Edmonds International, el resort se creó como una oda al cenote, esa joya natural tan propia de la región. Lo primero que se siente es que uno se sumerge: tras bajar una escalera flanqueada por orquídeas, se abre un espacio de descanso con vista a la enorme piscina central. No parece una piscina: parece una albufera esculpida entre el bosque y el mar, que invita a detenerse, observar, respirar.
Desde allí, un camino de palmeras conduce directamente al Caribe. La escena es perfecta. Y todo en este lugar funciona así: con esa mezcla entre lo salvaje y lo sofisticado.
El hotel cuenta con 182 habitaciones, incluyendo 30 suites. Muchas de ellas tienen piscina privada y terrazas con vistas que miran al océano o al manglar. Las habitaciones son pura serenidad: materiales nobles, tonos neutros, luz suave y todo lo necesario para desconectarse sin esfuerzo. No hay ruido, ni externo ni interno.
Durante nuestra estadía, hicimos todo lo que se puede hacer en 48 horas… y sin embargo sentimos que vivimos mucho más.
La primera noche cenamos en KI´IS, el restaurante insignia del resort, liderado por el chef Francisco Ruano, uno de los nombres destacados en The World’s 50 Best. El menú degustación —que cambia con las estaciones— es una fiesta de sabores del Pacífico mexicano, elevados con una visión elegante y contemporánea. La cocina de Ruano es profunda, sabrosa, con identidad.
El segundo día, almorzamos en So’ol, el restaurante al aire libre frente al mar Caribe, con mariscos fresquísimos y un enfoque relajado pero cuidado. Su creador, Tomás Bermúdez —también parte del universo 50 Best— lleva adelante una propuesta que honra el producto y celebra el mar en cada bocado.
Pero no todo fue comida. También hubo indulgencia. Empezamos el día con una caminata por la playa, y más tarde, un paseo en kayak transparente —ideal para fotos que parecen salidas de otro planeta—. Luego, una tarde de vinos mexicanos y conversación en KI´IS, donde descubrimos etiquetas que reflejan el potencial de los valles de Baja California.
La experiencia continuó con un ritual de hidromasaje en el spa, donde el diseño y la paz juegan a favor del descanso verdadero. Y para cerrar, una jornada entera en una cabaña VIP en la playa: privacidad total, servicio impecable y esa sensación de estar solos en el mundo.
El diseño de todo el resort tiene una narrativa propia. Las curvas suaves, el uso de materiales locales como la piedra caliza y el bambú, y la integración con la selva, generan una experiencia envolvente, sensorial. Cada rincón parece pensado para bajar la guardia, para respirar distinto.
The Riviera Maya EDITION at Kanai no es solo un nuevo hotel de lujo. Es una puerta a otra manera de viajar, de habitar los espacios y de reconectar con lo esencial. Acá, el lujo es silencioso, la arquitectura respira, y el tiempo se estira como un suspiro largo en medio de la selva.
Volvimos distintos. Más livianos, más presentes. Con la certeza de que algunos lugares no se visitan: se sienten. Y este, sin dudas, es uno de ellos.