Una revolución íntima y colectiva: cuando un gesto se convierte en símbolo

Henda Ayari se quitó el velo en vivo, frente a las cámaras de televisión francesa. Y aunque el gesto parezca individual, fue profundamente colectivo. Una celebración íntima, sí, pero también una catarsis compartida por millones de mujeres que, como ella, conocen el peso simbólico, social y personal de cubrirse por obligación. Lo hizo luego del anuncio del gobierno iraní de suspender —por ahora— la aplicación de una ley que pretendía endurecer las penas contra quienes no usaran correctamente el hijab. Y en ese instante, lo personal fue político, y lo político fue profundamente humano.

En el programa Salut les Terriens, Ayari se despojó del niqab (velo que cubre por completo el rostro) como quien deja atrás un pasado, como quien rompe una cadena. “Quería expresar mi propia revolución”, dijo. Y sus palabras no son menores: su historia refleja un camino de reconstrucción, desde el sometimiento hasta la elección consciente.

Nacida en Francia, hija de padre argelino y madre tunecina, Henda adoptó el velo a los 21 años, influenciada por una pareja con quien compartía la fe en el islam salafista, una vertiente ultra conservadora que muchas veces utiliza la religión como herramienta de control. Tras nueve años de un matrimonio marcado por la imposición, logró divorciarse y, desde 2015, convirtió su experiencia en activismo. Desde entonces, su voz se transformó en una trinchera, su relato en un acto de resistencia.

El contexto también importa: en diciembre de 2024, el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán —máxima autoridad por encima del Parlamento y el Ejecutivo— decidió frenar la entrada en vigor de una ley que preveía castigos de hasta 15 años de prisión por no usar correctamente el velo, o incluso por mostrar el cabello, los brazos o las piernas. La medida, aprobada en julio del año pasado por el Parlamento, fue suspendida por ser considerada “ambigua”, según el propio presidente iraní, Massoud Pezeshkian.

Esa ambigüedad legal era, en realidad, una condena directa a las libertades más básicas. Por eso, cuando la noticia de su suspensión llegó, se sintió como un respiro. Pero también como un recordatorio de que las mujeres en Irán siguen enfrentando un sistema que, aunque da un paso atrás, aún sostiene la ley anterior: aquella que obliga y que castiga, que define la moralidad desde el control del cuerpo femenino.

La escena de Henda Ayari no es una provocación, ni una burla. Es una ofrenda. Un mensaje claro de que la libertad de elegir —ponerse o quitarse el velo, creer o no, amar o irse— es un derecho humano fundamental. Y aunque en Irán todavía no sea posible para todas, ver a alguien hacerlo, aunque sea desde un estudio de televisión en Francia, puede encender una chispa. Puede alimentar una esperanza.

Desde InfoStyle celebramos los gestos valientes, los relatos que incomodan porque abren conversaciones necesarias, los cuerpos que deciden por sí mismos. No hay moda más revolucionaria que la autenticidad. Y no hay libertad más poderosa que la que se conquista desde adentro.

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