Flora, fauna y paisajes naturales están siempre presentes en los diseños de Natalia Antolin. Su marca ofrece prendas prêt-à-porter que se personalizan según las necesidades de cada clienta, con la garantía de que no escatima en volados, escotes, texturas o estampas. Moldería de la mejor calidad, textiles exclusivos y diseños que conectan con una vida hedonista y de ensueño. Sus piezas no pasan desapercibidas y Natalia dice inspirarse en personalidades fuertes. Es de esas diseñadoras querida por todos, y sus vestidos se lucen en celebrities de todos los perfiles y generaciones: desde ídolas teen como Tini hasta actrices legendarias como Graciela Borges.
La mujer detrás de la firma es también excepcional. Fue madre a los 18 años, es autodidacta, supo hacerse con éxito en un rubro difícil –tanto a nivel creativo como comercial– y se siente más cómoda catalogándose como emprendedora que como empresaria; aunque hoy su marca emplea a más de 40 personas y su nombre es sinónimo de excelencia.
Su vínculo con Uruguay se expande a partir de su matrimonio con Ever Miguez Schettini, uruguayo radicado en Argentina, vinculado a la tecnología. Es uno de los directores de The Electric Factory, fundador y editor de Revista dePunta y también director de Campus Party –un gran evento de tecnología, innovación, gaming y negocios–. Fue con Ever que Natalia llegó por primera vez a Carmelo, y el amor a primera vista fue tal que en esa misma visita se interesaron en comprar una casa de 1930, donde construyeron “Campo de Magnolias”, la chacra donde hoy nos recibe para esta charla.
Me intereso por el cruce interesante que se da con las profesiones en las parejas y me cuenta que a ella también le interesa la tecnología. En su marca han renovado varios sistemas informáticos, han explorado en impresión 3D de vestidos, están siempre pensando en cómo actualizarse y se preocupan por estar empapadas de los cambios ineludibles que trae la inteligencia artificial y cómo incorporarlos astutamente al negocio.
Natalia dice que cuando conoció a Ever le deslumbró su “paz superior”, cuando ella era “una loca”. Yo no encuentro rastros de esa Natalia, que habla pausadamente y muestra un temple tranquilo. “Trabajé mucho conmigo misma”, responde y salta su denominador común a nivel personal y laboral: estar en constante superación.
Eso sí, es una mujer de emociones fuertes: se aventura a navegar sola de Buenos Aires a Carmelo, por muchos años voló en parapente, es una eterna estudiante como indica su luna en Sagitario y admira de sus clientas las personalidades que se destacan por osadía y talento.
¿Qué te llevó a dedicarte a la moda?
Se dio naturalmente. Desde chica tuve mucha impronta para vestirme, que no era lo habitual en ese momento donde la moda era más uniformada. Mi familia estaba en el rubro, ya que mis abuelos tenían una estampería en Los Polvorines, por lo que me crié familiarizada con las telas. Jugaba con trapitos, armaba ropa con nudos, esa infancia me dio mucho. Las habilidades que uno tiene en la infancia, si las puede encausar, pueden ser muy productivas.
Yo no tuve la oportunidad de estudiar, empecé en un momento en que no existía la carrera, por lo que fui autodidacta. Fui mamá muy joven, a mis 18 años, y pocos años después me separé. Encontré en esto un sostén de vida. Por muchos años tuve el taller al lado de mi casa, lo que me permitía criar a mi hijo y trabajar de sol a sol. Pude encaminar mi trabajo de una forma ordenada, metódica y comercial. Tener a mi hijo fue un incentivo para mi negocio. Fue una pauta de que no podía equivocarme, porque mi hijo vivía y se educaba a partir de esto. Ningún proyecto se puede llevar adelante si no se le pone mucha energía. Me concentré año a año en superarme.
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¿Cómo describirías la propuesta de la marca?
Desde mis inicios yo describo mi trabajo como “prendas decoradas”. Mis diseños siempre tuvieron esa cosa excesiva que hizo que mis clientas me eligieran para vestirse en sus momentos más especiales. Quería que mis prendas sean completas, que te las pongas y en un minuto te cambie todo el look. Esa siempre fue mi esencia. Hago prendas para momentos memorables: casamientos, civiles, fiestas de 15, graduaciones, cumpleaños… Lo tomo como una bendición, porque soy consciente que recibo a las clientas con una energía hermosa. Son vestidos que terminan en la foto de la mesita de luz.
También mi equipo es excepcional, la atención es muy buena, son asesoras y están preparadas no solo para ajustar las prendas a medida, sino también recomendar, ver qué tonalidad es mejor para cada clienta, qué color corresponde, probar las veces que sea necesario.
Hacemos vestidos en los que te sientas cómoda, que te acompañan y marcan la diferencia. Mis prendas se terminan en la mujer que la lleva. Son una co-creación con la clienta, porque todo se personaliza a su gusto: el escote, la cintura, el ruedo, los breteles. Yo estoy muy conectada con mis clientas, es donde me nutro y me inspiro al 100 %.
En estos 30 años la marca ha sabido sortear varias crisis. La más devastadora del 2001 pero también la pandemia de coronavirus y la cruda inestabilidad económica argentina, ¿cuál ha sido la fórmula para atravesarlas?
Hay solo una forma de salir de una crisis que es haciendo mejor las cosas. Las crisis nos obligan a resistir, improvisar, trabajar mejor. Es mucho el estrés, es el lado B de todo lo lindo que se ve. En más de 30 años de trabajo no he encontrado mejor solución a la inestabilidad que mejorarme año a año. Mejorar implica especializarse, nos obliga a aggiornarnos y mejorar la atención 360, la posventa, las redes, la comunicación, lo aspiracional… A nivel tecnológico siempre estamos atentos a las tendencias y a lo que se viene.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Mi proceso creativo está siempre atravesado por la naturaleza: los animales, los árboles, las flores. Las estampas son lúdicas y remontan a lugares ideales. Son guiños para darle un sentido más sublime y fantástico.
También miro a los grandes maestros. Suele estar mal conceptuado mirar tendencias de los grandes diseñadores, porque se interpreta una mirada desde la copia. Yo no lo veo así, para mí es importante mirar a los mejores. En todas las profesiones se mira a los grandes. Sigo a todos los diseñadores, miro todos los desfiles, cuando viajo voy a los locales, miro cómo atienden, cómo son sus tiendas. Pero en el proceso de inspiración también miro la calle, miro a las personas y, sobre todo, miro a mis clientas.
Hace pocos días fue la presentación de Jardines, la colección SS24 ¿qué nos podés adelantar de esta nueva colección?
El evento de lanzamiento lo hicimos en nuestro local de Palermo, fue un cóctel muy lindo donde nos acompañaron clientas cercanas a la marca. Tuvimos la colaboración de Vero Lozano y Javier Medina Flores.
Jardines es una colección inspirada en jardines lúdicos, con tintes fantásticos, que nos remontan a un lugar de ensueño, diría de perfección. Las estampas tienen presencia de limones y la flor del limón, que es preciosa. En cuanto a colores hay neón y colores cítricos, bien de verano. Dentro de la colección hay prendas de sastrería, diseños con recortes y vestidos largos. La campaña la hicimos con Elena Otamendi, que se dedica a la música y es una mujer fresca y talentosa.
¿Cómo vivís cada lanzamiento?
El proceso de cada colección lleva mucho trabajo e incertidumbre. Vamos trabajando por etapas y no vemos cómo funcionan las prendas juntas hasta lo último, ese ensamble cobra vida propia al final.
Trato de disfrutar cada lanzamiento. Siempre digo que es solo un minuto de fama, porque una vez que se termina, hay que volver a empezar. Si lo hiciste bien, hay que hacerlo mejor. Si lo hiciste mal, hay que hacerlo mejor. No vas a bajar los brazos porque una colección te sale mal. Todos los caminos me conducen a mejorar constantemente.
¿Te gustaría desembarcar con tu marca en Uruguay?
Siempre quise. Hoy es compleja la exportación, con la economía actual las prendas quedan mucho más caras y por ende a la clienta uruguaya le conviene comprar directamente en Argentina. No he podido resolver eso, pero me encantaría tener mi tienda en Uruguay. No lo descarto para nada.
Ping pong con Natalia Antolin
- Un hobbie: Tocar el piano
- Un miedo: La inseguridad
- Una meta: Aggiornarme siempre
- Un artista: Martha Argerich
- Rutina para descomprimir: Caminar en la naturaleza