Lujo con luz de escena: Louis Vuitton transforma el Palais Des Papes en un teatro de moda viva

Un palacio medieval, una pasarela flotante y un juego teatral de luces y sombras. No es una obra de Shakespeare, es Louis Vuitton Cruise 2026, y su puesta en escena es digna de una ovación de pie. Esta vez, la Maison no solo presentó una colección, sino una narrativa performática que se desplegó —con toda la elegancia dramática que merece— en la Cour d’Honneur del icónico Palais des Papes de Aviñón, el mismo que fue sede de papas y hoy es epicentro de cultura y arte.

Image description

Nicolas Ghesquière, el director artístico que siempre nos lleva de viaje —literal y emocional—, eligió un escenario monumental para continuar su saga de desfiles en joyas arquitectónicas del mundo. Y esta vez, el homenaje fue local y simbólico: el desfile coincidió con los 30 años del reconocimiento del centro histórico de Aviñón como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una celebración de historia, cultura y costura.

Con una escenografía ideada junto a la artista Es Devlin, el show comenzó como una procesión sagrada de estilo: modelos desfilando entre palcos vacíos, iluminadas por haces de luz casi místicos que revelaban cada textura, cada costura y cada rincón tallado del Palacio. La pasarela, suspendida entre pasado y futuro, se convirtió en un viaje sensorial que hacía honor al espíritu teatral del lugar, donde cada look parecía un personaje. ¿Moda? Sí. ¿Performance? También.

El vestuario, fiel a la visión futurista y armada de Ghesquière, coqueteó con la teatralidad: capas dramáticas, sastrería de alto impacto, textiles nobles, metalizados que parecían armaduras del mañana y terciopelos que pedían aplausos. Cada prenda fue pensada no solo como indumentaria sino como gesto escénico: desde un abrigo que dramatiza al caminar hasta una falda que suena al girar. Porque aquí la ropa no viste: interpreta.

Los invitados, sentados sobre bancos diseñados a medida, miraban hacia el público vacío del teatro. Una jugada brillante que invertía roles: el espectador se volvía protagonista, y el monumento, una caja escénica donde todo podía pasar. El mensaje fue claro: este desfile no era solo para mirar, era para sentir.

Louis Vuitton demostró —una vez más— que cuando la moda se encuentra con el arte, el resultado es puro espectáculo. Y que, a veces, para crear algo verdaderamente nuevo, hay que volver al escenario donde todo empezó.

Tu opinión enriquece este artículo: