Copenhague no replica, experimenta. Su street style, fotografiado por todas las grandes publicaciones y replicado en TikTok como una fuente inagotable de inspiración, no busca seguir tendencias sino deformarlas, desarmarlas y darles otra narrativa.
Lo que se ve no es un manual de cómo vestirse bien, sino una celebración de cómo expresarse a través de la ropa.
Esta edición primavera/verano 2026 trajo consigo una estética libre y playful. El layering sigue siendo protagonista incluso en pleno verano: chalecos tejidos sobre vestidos de lino, pañuelos que se transforman en tops, camisas abiertas sobre prendas lenceras. Se vieron pantalones cargo con silueta capri, faldas sobre pantalones, cinturones anchos ajustando blazers masculinos, bermudas de sastrería y una paleta que va de los tonos tierra más sobrios a estallidos inesperados de color y metalizados en pleno día.
Lo que distingue al street style de Copenhague no es la marca (aunque también haya piezas de archivo y firmas reconocibles) sino el gesto. Hay algo profundamente identitario en los looks que circulan por sus calles. No es sólo una cuestión estética, sino una forma de plantarse en el mundo. Es moda sin miedo al ridículo, sin temor al desorden, con humor, con política, con intuición. Y, sobre todo, con libertad.
Porque si París es sofisticación, Milán es tradición y Nueva York es velocidad y pragmatismo, Copenhague es frescura, comunidad e instinto. Es un lugar donde la moda no se impone, se comparte.
Por eso no sorprende que cada vez más editores, diseñadores y coolhunters viajen hasta Dinamarca para entender qué está pasando. Copenhague no busca validación. Propone. Y en esa propuesta descontracturada, personal y a veces hasta torpe, está también su poder.
Tu opinión enriquece este artículo: