Hablando de Argentina, la Bersuit Vergarabat cantaba en uno de sus himnos que “del éxtasis a la agonía oscila nuestro historial, podemos ser lo mejor o también lo peor con la misma facilidad… La argentinidad al palo”. Una canción que para muchos funciona como radiografía de nuestros vecinos, o al menos de los bonaerenses. Ahora, con Guillermo Francella como protagonista de 16 historias distintas dentro de una misma película, se suma una nueva obra a esa colección artística que de alguna manera conforma una “mitología argentina”: se estrenó en nuestros cines Homo Argentum, la nueva producción de los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat.
Las 16 historias cortas que la componen exploran con humor y autocrítica las particularidades de la cultura argentina. Cada relato, con tono satírico, refleja costumbres, conductas y actitudes propias del país, invitando a la reflexión desde la risa.
Justo antes de la avant premiere realizada en Montevideo, InfoStyle entrevistó a Guillermo Francella para conocer un poco más sobre cómo vivió el proceso de hacer una película que tuvo su génesis en la admiración del propio Francella por una película italiana de 1963 llamada “Los Monstruos”.
Para romper el hielo ¿cómo será la vida del homo argentum hincha de Racing típico el martes que viene?
Vamos a ver… Dios quiera que pasemos. Quedé muy triste con el maltrato que recibieron los hinchas argentinos, me pareció de terror. Fue una violencia tonta.
Entiendo que no quieran que salgan por el mismo lugar que los hinchas locales, pero cuatro horas antes… No hubo disturbios previos ni nada. Y cuatro o cinco horas antes no se hace eso. Ese maltrato fue muy duro, y creo que se equivocaron: el uruguayo, la policía, Peñarol, quien sea. Pero bueno, ya está.
Entiendo que la película arranca con un génesis tuyo, inspirado en una película de los años 60, Los Monstruos, y supongo que tuviste mucho tiempo para imaginarla de distintas maneras. ¿Cómo es el producto final en comparación con lo que pensabas?
Sí, y Los nuevos monstruos. Primera y segunda parte… que hablaban en viñetas, en episodios, del género italiano pero con mucho humor, crítica social y bajada de línea. Me gustó mucho ese formato.
Aquellas eran un poco más crueles. Eran duras. Hablaban también de la época, con un estilo de neorrealismo italiano de posguerra. Las nuestras son picantes, incorrectas, pero mucho más livianas que aquellas. Pero tienen humor, bajada de línea, crítica social, reflexión… te invitan a pensar. La película genera temas, y eso era lo que buscábamos.
En comparación con otros trabajos, ¿qué dificultades te planteó preparar 16 personajes distintos? ¿Con cuánto tiempo contaste para hacerlo?
Hubo mucho tiempo. Primero fue la etapa de caracterización, que nos llevó unas cinco semanas, trabajando cuatro o cinco horas por día: la calva, la peluca, el tul, la caracterización, el maquillaje… tantas cosas. Después había que pasar la prueba de cámara, que ahora es en 8K, donde se ve todo, hasta los poros. Tenía que quedar verosímil. Fue muy intenso todo ese proceso.
Luego, cuando se aprobaron los 16 looks… bueno, en uno de ellos —el padre del hijo de 40 años— ese soy yo: estéticamente es el único personaje en el que no me cambiaron nada. Después vino el proceso de ensayos, que también fue muy intenso. Y luego el rodaje, que duró ocho semanas. Fue duro, pero valió la pena.
En esa preparación, ¿cuál fue el personaje que más fácil te salió y cuál el que más te costó encontrarle la vuelta?
Desde lo interpretativo, ninguno me costó, porque se trabajó muy bien y llegábamos al set con conocimiento de lo que íbamos a hacer. El que más costó en caracterización fue el viudo, con la calva. Ese llevaba cuatro horas por día. Era una goma con pelo. Fue muy intenso, pero el trabajo quedó exquisito, excepcional.
Los argentinos se conocen a sí mismos y en la región también conocemos a los argentinos. Pero, ¿qué pensás que puede sentir alguien de otro lugar del mundo al verla?
Creo que a un húngaro no le va a llegar pero quizás un mexicano sí. Es muy latinoamericana también. Si me decís un estadounidense.. ahí se queda afuera, porque ellos viven otras cosas, hablan de otro modo —y no es por el idioma—, sino porque les pasan otras cosas.
Por ejemplo: un padre despidiendo a su hija. En Estados Unidos, cuando los chicos terminan el colegio secundario, se van a otro estado y no se ven hasta fin de año, y lo viven con absoluta naturalidad. Nosotros nos quedamos con un vacío tremendo. Por eso creo que un húngaro tampoco se identificaría: el padre no se daría cuenta, ¿me entendés?
También está lo otro: el humor en la puteada, las cosas que entendemos nosotros en cada vuelta. Y eso me movilizó, porque siento que no es solo Argentina. Muchas escenas, si las estrenamos en Uruguay o en Chile, también generarían identificación. El tipo del balcón, por ejemplo, le puede pasar a cualquiera.
Y después pensar… porque salís del cine y queda el debate: cuando estás comiendo la pizza después de ver la película te preguntás qué hubieras hecho vos en ese momento, qué te pasaría si vivieras tal situación. Está el abuelo con el nieto y el regalo, el relator de fútbol, el cura villero, el director de cine… Algún día vas a querer visitar la tierra de tus abuelos y te va a pasar algo fuerte. No te voy a contar el desenlace porque está en la película, pero creo que te vas a identificar. Y no creo que sea solamente de Argentina: en toda Latinoamérica hispanoparlante se van a sentir representados.
En la primera historia el protagonista hace un discurso sobre que el argentino, como individuo, es muy capaz, pero como sociedad le cuesta más funcionar ¿Sentís que eso se pueda mejorar?
Yo amo el individualismo argentino: en cualquier parte del mundo buscan nuestra mano de obra, somos inteligentes, de verdad “lo atamos con alambre” y logramos cosas que en otros lados abandonarían desde el inicio. Pero como bloque, como sistema, es muy duro. No logramos tener esa cohesión. Y no sé si se va a poder revertir, porque está muy instalado el “sálvese quien pueda”. Ojalá que sí, porque cambiaría mucho que fuéramos más unidos.
Arrancaste muy identificado con la comedia, un género que amás, pero te pusiste el desafío de entrar en el cine y lo lograste. ¿Pensás en otro escalón de tu carrera, probar algo distinto?
No, porque todo lo que llevé a cabo lo pude plasmar. Sueños que tuve, los cumplí. Ahora voy a cumplir uno más: hacer en teatro Desde el jardín, de Peter Sellers, a quien amé toda mi vida. Como me pasó con El joven Frankenstein, he podido cumplir objetivos que me tracé.
No sé si tengo algo pendiente, pero sí busco contenidos como este, que me permitan explorar algo que no haya hecho. Acá fueron 16 contenidos heterogéneos. Esa búsqueda es lo que me hace sentir pleno y vivo.