Y ahí es cuando aparece la trampa.
No es solo el gasto en sí. Es la vocecita interna que te dice:
- “¿Ves? Para qué ahorras si siempre pasa algo”.
- “Nunca vas a poder juntar plata”.
- “Tu realidad no te lo permite”.
- “Eso es para otra gente”.
- “Vos no tenés margen”.
- “Siempre que te ilusionas, pasa algo”.
- “No vale la pena, siempre volvés al mismo lugar”.
Y esa voz es peligrosa. Porque no viene sola. Trae culpa, frustración, resignación.
Y empieza a convencernos de que no vale la pena intentarlo.
Pero pará. ¿Y si no es un fallo del plan, sino parte del plan?
¿Y si en vez de frustrarnos, lo vemos como prueba de que estábamos haciendo las cosas bien?
Porque el verdadero truco no es evitar los imprevistos —es esperarlos.
Saber que van a venir. Siempre. No son la excepción, son la norma.
Y por eso necesitamos un fondo de emergencia, o una “colchita emocional” como le digo yo.
Algo que esté destinado a los imprevistos, para que cuando aparezcan, no se coman tu motivación.
No es que estás salada.
Es que estás viva.
Y en la vida pasan cosas.
Pero eso no significa que no puedas ahorrar, invertir y llegar a donde querés.
Significa que, además de eso… vas a tener que sortear un par de pozos en el camino.
Consejo HSC:
- Armate dos cuentas de ahorro.
- Una para tus sueños y otra para las cosas que “pasan”.
- Y cuando venga el golpe, no pienses “me fallé”, pensá: menos mal que me preparé.
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