La presencia de Hublot no pasó desapercibida. La marca, reconocida globalmente por su audacia estética y su mirada contemporánea de la relojería de lujo, exhibió algunas de sus piezas más emblemáticas. Cada reloj parecía contar su propia historia: materiales inesperados, ingeniería precisa, diseños que dialogan con el arte y la arquitectura. Es la filosofía de la casa —el Arte de la Fusión— la que respira en cada creación, un principio que une tradición e innovación, refinamiento y vanguardia, herencia y riesgo.
En la alfombra, los invitados interpretaron ese espíritu a su manera. Facundo Pieres, impecable, aportó una presencia sobria y carismática; Benjamín Vicuña llevó su estilo elegante y atemporal, ese que equilibra naturalidad y presencia. Sofía Zámolo —radiante— combinó glamur con frescura, mientras Helena Otamendi aportó un guiño moderno con su sensibilidad estética siempre afinada. Gege Neumann y Zuzu Coudue sumaron ese toque de moda sin esfuerzo, y Cami Orsi completó el cuadro con una energía luminosa, cercana, que conecta con la nueva generación de fashion lovers.
El ambiente, más que una gala, se sintió como un encuentro: miradas cómplices, conversaciones que mezclaban arte, gastronomía y causas sociales, copas alzadas en celebración. En ese marco, los relojes de Hublot funcionaron casi como un símbolo: precisión y audacia, sí, pero también una invitación a valorar el tiempo, a entenderlo como un espacio para construir impacto.
Al final de la noche, quedaba la sensación de haber asistido a algo más que una gala: un recordatorio de que el estilo puede ser hermoso, pero es aún más poderoso cuando se alía con la solidaridad. Y en esa ecuación —donde tradición y modernidad, belleza e impacto, moda y sensibilidad se fusionan— Hublot volvió a demostrar por qué sigue a la vanguardia del tiempo.
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