Las prendas más llamativas de la colección incluyen faldas espejadas, viseras con ojetes y unos innovadores leggings-pantalones. Estos diseños parecen sacados de una película de ciencia ficción, pero en lugar de ofrecer una visión utópica del futuro, plantean una estética dura y minimalista. La pasarela, envuelta en una atmósfera oscura y acelerada, reflejaba un entorno inhóspito, donde la música y el ritmo desgarbado de las modelos nos sumergieron en un escenario casi apocalíptico.
Prada y Simons juegan con las referencias a los años 60, una década caracterizada por la exploración espacial y los avances tecnológicos, pero lo hacen desde una óptica diferente. Las faldas, confeccionadas en materiales vinílicos y en tonos metálicos como el plata y el negro, recuerdan a los diseños de pioneros de la moda futurista como Pierre Cardin y André Courrèges. Sin embargo, la forma en que estas faldas se combinan –en versiones micro y midi, acompañadas por jerséis de punto, abrigos de distintos largos y zapatos masculinos de punta afilada– rompe por completo con el espíritu alegre y colorido de aquella época. Prada logra un inesperado equilibrio entre lo burgués y lo futurista, jugando con las proporciones y las texturas de manera magistral.
En la Fundación Prada, el escenario del desfile, vimos algunos de los looks más puristas de la temporada. Los vestidos rectos, por encima de la rodilla, alternaron entre el punto utilitario y el cuero adornado con piercings, dando lugar a una estética que fusiona lo minimalista con un toque de 'bondage'. Este es otro ejemplo del juego de contrastes tan característico de la casa italiana: una falda recta ligeramente evasé combinada con chaquetas utilitarias de solapas a contraste, un estilo que ya habían explorado en la primavera pasada, pero ahora llevado a un nuevo nivel de sofisticación.
Uno de los elementos más disruptivos del desfile fueron las viseras perforadas, que desde ya se perfilan como el accesorio estrella de la temporada. Estas viseras, que se integran en los conjuntos con abrigos de archivo o vestidos de fiesta decorados con plumas y remaches plateados, funcionan como una extensión conceptual de la colección. Prada y Simons utilizan este recurso visual para hablar de la realidad hiperconectada en la que vivimos, donde los algoritmos moldean lo que vemos y cómo interpretamos el mundo.
"Hoy vivimos inundados de información, guiados por algoritmos que proponen a cada uno su propia versión del presente, una realidad seleccionada", comentó Miuccia Prada al finalizar el show. Lejos de criticar esta realidad, la colección se presenta como una reflexión sobre nuestra época. Con cada prenda, Prada y Simons invitan a un diálogo sobre el impacto de la tecnología en la moda y en nuestra percepción cultural.
Este desfile de Prada, con su mezcla de futurismo y distopía, nos deja pensando en el papel de la moda como reflejo y crítica de nuestro tiempo. Un futuro que, en manos de Prada, se ve fascinante y aterrador a partes iguales.
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