En primera persona con Vero Luna

(Por Agustina Amorós) Vero Luna (46) se dedica profesionalmente al maquillaje y peinado. Tiene su academia y su casa en Buenos Aires, aunque es una verdadera ciudadana del mundo. La convocan todo el año desde distintas partes del mundo. Es solicitada especialmente por celebrities internacionales, su trabajo se luce en las alfombras rojas más prestigiosas del mundo y por sus manos han pasado un sinfín de personalidades del cine, el arte, la música y la cultura. En InfoStyle la vimos en acción y no dudamos en que queríamos saber más. Aquí: la historia, reflexiones y consejos de una referente en formación constante.

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Vero Luna suele estar en el back de los flashes pero en InfoStyle la sacamos de su zona cómoda para que hoy las cámaras y los micrófonos nos cuenten su historia. Las entrevistas la ponen un poco nerviosa, se excusa con que padece mala memoria y teme que le va a costar rememorar su recorrido profesional. Es cierto: su oficio le regala constantemente experiencias extraordinarias: asistir a festivales de cine de prestigio internacional, trabajar con artistas y famosos, hacer tapas de revista con equipos artísticos de calidad suprema y también pasar del mundo glamouroso a dormir en aeropuertos.

“Yo soy una obrera del pelo y el maquillaje”, dice con humor. En la charla me cuenta que tiene autismo, y si bien no lo cuenta siempre, dice que le juega a favor para su profesión, ya que tiene una capacidad fina para hacer foco: “soy obsesiva y eso me sirve para este oficio”. Le pido que me cuente qué le gusta hacer en su tiempo libre y se ríe “vivo trabajando”, confiesa. Es madre de tres: Martina (26), Ama (14) y Pedro (12) y su agenda laboral vive ajetreada entre clientas particulares, producciones de revistas, novias, viajes laborales para red carpets y las clases en su academia Vero Luna Studio. Aquí, una charla con el talento detrás de las cámaras.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia? 

Nací en Buenos Aires, soy hija única. Ya desde chiquita me gustaba mucho dibujar, me interesaba un montón el universo visual y amaba las librerías, eran mi espacio favorito.

Mi mamá dice que me pasaba horas dibujando y reciclaba cualquier papel o cartón para construir cosas y jugar con eso. Todo lo que tenía que ver con colores y texturas me llamaba la atención. Me encantaba ir al kiosco y comprarme revistas de moda, mirar las producciones, leer los créditos, tratar de entender cómo funcionaba ese mundo: quién sacó las fotos, quién maquilló, quién peinó. Cuando empecé la secundaria mi mamá trabajaba en una perfumería y me traía probadores. A mis trece años ya armaba mi primer maletín en una caja de zapatos que había forrado con revistas. Las tapas de mis CDs las transformarlas en contenedores de sombras, jugaba como si fueran paletas de maquillaje. A mis 15 años ya quería maquillar a mis amigas.

¿Cuándo se convirtió en una salida laboral real?

En ese momento el mundo del maquillaje se veía más como un hobbie, o como un complemento en la formación de peluquería, pero era difícil –al menos en latinoamérica– imaginar vivir bien de eso, pero yo lo creía posible. En un momento barajé la idea de estudiar cocina, pero teniendo en cuenta que me gustaba tanto dibujar opté por peluquería.

Empecé a trabajar enseguida, primero iba con mi valija a cortarle el pelo a mis vecinas, recomendada por mi mamá. Luego hice Bellas Artes y me perfeccioné en maquillaje. Eso me dio mucha seguridad para lanzarme profesionalmente. Fui transitando etapa a etapa con mucho entusiasmo. No es que fui tranzando objetivo a objetivo, sino que siempre me sorprendí del siguiente paso a dar, como quien abre un regalo. Cada aprendizaje me dio la seguridad para ir por más. La formación me la dio la experiencia, fui absorbiendo mucho trabajando y siempre seguí formándome, incluso hoy. Mañana empiezo un curso de barbería. Trabajo mucho con hombres para covers y muchas veces se necesita emprolijarles la barba. Me tomo mi trabajo con mucha responsabilidad y quiero tener todas las herramientas técnicas.

¿Cómo surge tu academia?

La academia surge por la necesidad de compartir conocimiento, de crear comunidad. Siento la responsabilidad de que en mi oficio haya cada vez haya más profesionales conscientes, responsables y que valoren y cuiden la profesión como lo hago yo. Tenemos la academia en Recoleta, es un piso antiguo, estilo parisino, precioso. Son unos 200 metros en total con dos aulas increíbles. Allí tenemos un coordinador académico y las profesoras, lideradas por mí. El equipo se compone por referentes de cada área, desde jefas de maquillaje de cine o TV, hasta del mundo de la moda o las redes sociales. Trabajamos con cursos de dos y tres meses y también masterclasses.  Ahora vamos a dar una masterclass súper interesante que tiene que ver con química cosmética. Es importante que los profesionales sepan de qué están hechos los productos y cómo y cuándo aplicarlos. También me interesa enseñar creación de contenido, porque vos podés ser un técnico excelente pero si no sabés cómo mostrarlo, te juega en contra. Tenemos una mirada integral del oficio. Es una academia de referencia. Vienen alumnas de Chile y Uruguay a sumarse a nuestras clases, que es algo muy lindo. 

¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?

Justo vengo de varios viajes por trabajo donde tuve tiempo para compartir con otros colegas y casualmente hablamos de eso. Creo que lo más increíble de mi trabajo son las experiencias y oportunidades a las que me expone. Trabajo con personas de las que me enriquezco mucho, que se destacan en lo que hacen y tienen mucha capacidad creativa. Agradezco mucho eso.

¿Qué experiencias memorables recordás especialmente?

Uy, me es difícil destacar porque esta profesión me ha regalado miles de experiencias memorables y la oportunidad de conocer gente muy amorosa. Todos me dejan algo. 

En este último Festival de Cannes, trabajé con Isabelle Huppert, actriz icónica francesa, reina de reinas, fue un privilegio conocerla a ella y todo su equipo. Es embajadora de Balenciaga y compartimos 48hs trabajando. Fue memorable verla elegir las prendas, compartir con su peluquero icónico francés, verlos trabajar en la intimidad del back. Con Ursula Corberó me pasa similar, tiene una energía increíble. Mariana di Girolamo, actriz chilena, hemos tenido experiencias internacionales magníficas. Nunca en mi vida me hubiera imaginado maquillar a Diego Maradona y trabajé con él varias veces. No lo hubiese soñado jamás. Otra experiencia inolvidable: Lourdes León, la hija de Madonna. La miraba a los ojos, respiraba el mismo aire, y pensaba: estoy con el ADN de la fucking Madonna. Lo vivo laboralmente muy natural, pero por dentro entiendo lo particular de esas experiencias. Son personalidades admirables. No lo vivo como fan, sino como el privilegio de compartir con personas tan destacadas artísticamente.

¿Qué recomendación le darías a alguien que quiere dedicarse a tu oficio?

El talento y la formación son importantes, pero tan importantes como la disciplina y la constancia. Es importante esa mezcla para lograr tus objetivos. Invito siempre a encontrar tu propia identidad, tu propio estilo. Encontrar eso es clave, aún cuando sea diferente o pienses distinto a los demás. Esa es tu firma. Que alguien vea tu trabajo y pueda identificarlo como tuyo. Para eso se necesita absorber mucho de todo el lenguaje visual: arquitectura, diseño, naturaleza, moda. Ir a museos, ir a muestras, observar personas, mirar para arriba, meterte en el placard de tu abuela… todo inspira. De todo eso sale tu propia identidad. Salir del celular y las redes sociales que coartan el poder de la creatividad. Esta es una profesión preciosa, con muchas áreas a las que podés dedicarte. Es un trabajo solitario y está bueno crear comunidad: ser personas confiables y profesionales íntegros. 

Ping pong con Vero Luna:

  • Un libro: “El camino del artista” y “El arte de escuchar”, de Julia Cameron
  • Un hábito: El flat white a la mañana
  • Un miedo: El dolor de mis seres queridos
  • Tu lugar en el mundo: Soy una ciudadana del mundo
  • Un artista: Leonardo Da Vinci

Fotos: Bruno Nogueira

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