Es febrero y Mica Pichniy está instalada en Punta del Este, dedicada a sus clases de yoga que se multiplican durante la temporada. El mes que viene volverá a su casa en Buenos Aires para participar en el Lollapalooza, donde dará una clase masiva antes de que comience el festival. A mitad de año hará un viaje grupal a Portugal. Antes de que llegue la primavera partirá a Perú, y no terminará el año sin visitar India y Nepal. Entre meditaciones, clases y viajes, la vida de Mica va mutando armónicamente, como las posturas de una clase de yoga. Sus clases –que combinan meditación, respiraciones y asanas– exigen la absoluta concentración en el momento presente. Con esa misma energía y atención, nos adentramos en esta charla.
Tras vivir cuatro años en Punta del Este, el año pasado te mudaste a Buenos Aires. ¿Cómo viviste el cambio de la tranquilidad esteña a la ciudad de la furia? ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?
Me enamoré de un argentino. No fue una decisión pensada desde lo laboral, pero una vez en Argentina me di cuenta que se me abrían muchísimas puertas. Siento que Punta del Este es mi lugar en el mundo, pero la realidad es que en Buenos Aires pasan muchas más cosas.
Empecé a pensar que tal vez necesitaba una cachetada de adrenalina que tal vez en Uruguay no estaba teniendo. Amo Punta del Este, pero por momentos siento que quiero ir a más. Teniendo la posibilidad de mantener mi trabajo online con mis alumnas, estando tan cerca, no tenía sentido no abrirme a esta posibilidad. Argentina, solo por su cantidad de habitantes, ya te abre a nuevos mercados. La masividad trae más posibilidades.
Estuve cuatro años instalada todo el año en Punta del Este, el año pasado estuve en Buenos Aires, hace unos años también viví en Australia y durante un año entero viví viajando. En ningún país me quedaría de por vida, todo es completamente temporal...
¿Te considerás una nómade?
Absolutamente. Mi foco es el mundo. Mi cabeza está seteada para el día a día. No sé qué va a pasar mañana. Lo que más considero que es mi casa, es mi auto. En mi auto entra todo lo que necesito: mi bolso con ropa, mi computadora y mis mats de yoga.
¿Cuánto de eso es parte de la filosofía yogui? ¿O sentís que siempre practicaste el desapego?
Yo creo que la vida fue mostrándome el camino para ser lo que soy hoy. Todo me fue llevando a aprender a desapegarme de las situaciones, los vínculos y los objetos... Cuando tenía quince años, falleció mi papá. Fue mi primer acercamiento al desapego. Mi mamá tenía que hacerse cargo de mi hermano menor; por lo que mientras mi generación estaba yendo a fiestas de quince y viviendo la vida de otra forma, a mí me tocó madurar y hacerme cargo de mí misma.
La vida me fue llevando a lo que soy hoy en día. Del yoga aprendí a confiar en la vida, ver siempre el lado positivo, sentir gratitud. Ser yogui es un estilo de vida, trae muchísimos aprendizajes hermosos, pero creo que la vida te va enseñando.
¿Cómo llegó el yoga a tu vida?
Descubrí el yoga en mi primer viaje, a los 20 años. Con mi pareja de ese momento estábamos viajando de Canadá a Uruguay a dedo. Estábamos haciendo voluntariado y couchsurfing cuando llegamos a un áshram en Guatemala. Yo no conocía nada de ese universo y me voló la cabeza. La forma en la que vivía esa gente me llamó mucho la atención: su liviandad, la tranquilidad ante la vida, y su alegría. Me generó mucha curiosidad.
Antes de irme de viaje yo era una persona que estaba muy enojada con el mundo, con la gente, con mi situación de vida. En ese viaje me transformó la gente. La cabeza se te abre mucho cuando uno entra en el camino del yoga. La forma de ver las situaciones te cambia por completo. Ahí empecé a incorporarlo para mí, a cambiar mis hábitos y mi forma de vivir. Ahora cada viaje que hago busco relacionarlo con el yoga. Estamos en constante aprendizaje y el camino es muy largo. Soy una eterna aprendiz.
¿Cómo es tu realidad laboral actual? Entiendo que es una combinación de dar clases de yoga, organizar viajes y retiros espirituales, pero además desarrollás mucho tu faceta como influencer…
Sí, hago de todo, pero todo está muy relacionado. Las clases online son la base que me permite mantener a mis alumnas de Uruguay y tener un ingreso económico en cualquier parte que esté. Las clases grupales las hago a donde sea que vaya, hay algo muy mágico que sucede en las clases presenciales. También las clases privadas son hermosas porque se acompaña un proceso mucho más cercano y personalizado. Las personas se comprometen mucho más con la práctica.
Los retiros y viajes es algo que descubrí y desarrollé en los últimos años. Me enamoré de la idea de hacer viajes grupales. Suelen ser viajes de turismo que combinan retiros de yoga. Las dos pasiones se combinan en un mismo paquete, es fascinante. Este año estamos organizando tres destinos distintos: en junio viajamos a Portugal, en agosto a Perú y en octubre nos vamos 18 días a India y Nepal.
La faceta influencer se fue dando naturalmente, aunque hoy en día estoy tratando dejar de lado lo que no tiene tanto que ver con lo que hago. Busco que todo lo que comparto con mi comunidad esté alineado a mis valores.
¿Qué proyectos se vienen este año?
El acuerdo que me tiene más emocionada es el de Nike. Me convocaron el año pasado ya que se están acercando mucho al mindfulness y me propusieron ser atleta Nike. Es una oportunidad increíble.
El año pasado montaron una casa que se llamó Conectá con vos donde hicimos clases de yoga gratuitas. Cualquier persona que se acercaba podía anotarse y sumarse. Este año seguramente volvamos con reactivaciones.
Otra acción que hicimos juntos, que me pareció súper interesante, es que en los locales de Nike prepararon un probador especial con puff y auriculares con la idea que los clientes puedan hacer un mindshift y relajarse escuchando meditaciones guiadas por mí. Que una marca como Nike se preocupe por implementar este tipo de actividades, que le de ese lugar al cuidado de la mente, es una gran noticia. Me encantaría que se difunda cada vez más y que más gente entienda lo importante que es para la salud mover el cuerpo, respirar, meditar…
Ping Pong con Mica Pichniy
- Un libro: Zen y el arte de cambiar el mundo, de Thích Nhất Hạnh.
- Un destino por conocer: África.
- Un referente: Laruga Glaser de @larugayoga
- Una película: Nyad. Me impactó mucho la historia de una persona de 60 años que se desafíe de esa manera, me parece fascinante a nivel físico y mental.
- Un sueño por cumplir: Internarme en un monasterio budista por un mes.
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