En primera persona con Pablo Monti

(Por Agustina Amorós) Un grupo de amigos que no encontraba lugar de pertenencia en la noche porteña empiezan a armar sus propias fiestas. Así, desde lo genuino y espontáneo, nace la Bresh: un nuevo concepto de la noche, otro formato de fiesta, un fenómeno que reúne multitudes con una particular propuesta escénica y conceptual. Tras ocho años de hitazo tras hitazo, la Bresh conquistó espacios recónditos de América, Europa y Asia. En InfoStyle conversamos con el argentino Pablo Monti (30), actual director artístico de Bresh, y uno de los creadores de la fiesta más linda del mundo.

Para entender verdaderamente qué es la Bresh, hay que experimentarla. El concepto es diametralmente opuesto a lo que se entendía tradicionalmente por boliche. Para empezar, no tiene un espacio físico fijo, la fiesta se mueve a distintas locaciones. Tampoco tiene fechas estables, se van programando y anunciando vía web y redes sociales. Aquel halo misterioso y oscuro de la noche se sustituyó por una paleta de colores rosa, caramelos, brillantina y muchos componentes reversionados de la infancia. En la fiesta más linda del mundo, por suerte, tampoco hay limitaciones de rango etario. La música se presenta en formato de “hitazo tras hitazo”, que incluye clásicos de todas las épocas y géneros musicales. No importa la edad que tengas, tu música va a tener su momento. 

El escenario propone una apuesta artística en sí misma: con DJs, host y bailarines que con notorio carisma dialogan con la gente y los alientan a bailar, cantar y disfrutar. La Bresh es con su apuesta performática fue primero federal, después latinoamericana y no demoró en internacionalizarse y llegar a destinos inimaginados. Supieron hacerse lugar en festivales de renombre internacional como Tomorrowland, Arenal Sound o Lollapalooza y desplegar su propuesta para públicos masivos de hasta 80.000 personas. 

Todo ese universo fue creado por un grupo de amigos argentinos. Nuestro entrevistado, Pablo Monti –o Monky– dice que la Bresh “es la hija y a la vez la madre” de su grupo de amigos. Vestido de jogging y recostado en la silla sigue hablando de sus amigos como amigos y no como socios comerciales; aunque hoy la Bresh emplea a un equipo fijo de aproximadamente 150 personas alrededor del mundo, a los que se suman productores y proveedores locales en cada destino. Le pregunto si a sus ojos es un buen negocio: “Sí, sin dudas, pero nunca fue pensado como tal. A veces pasa que las cosas que no fueron pensadas para ser negocio funcionan mucho mejor que las que fueron pensadas para hacer guita”, dice con sinceridad. 

¿Cómo surge la primera fiesta Bresh?

Surge inconscientemente de una necesidad de vivir un tipo de noche que hace ocho años con mis amigos nos costaba encontrar. En el común denominador de los boliches no se podía ir vestido como quieras. No podías entrar de short o una remera de fútbol, o también te podía pasar de usar una remera de fútbol y que te quieran pegar. Con mi grupo de amigos no teníamos un lugar de pertenencia para salir a bailar, por lo que hacíamos fiestas en casas. Sabíamos que la gente era de confianza, que nadie se iba a agarrar a las piñas o hacerte sentir incómodo. Un día nos pasó que teníamos un lugar alquilado para la presentación de un disco que no se pudo presentar, y decidimos hacer una fiesta. Era una fiesta como todas las demás que hacíamos, pero en un boliche. La vibra de esa noche fue tan buena que repetimos el formato y veíamos que cada vez se sumaba más gente fuera de nuestro círculo. La energía de amistad, seguridad y libertad se mantuvo siempre. Bresh nace accidentalmente, pero inconscientemente queríamos crear un tipo de noche que no había. No queríamos que hubiera que elegir entre bailar cumbia, electrónica, pop o reggaetón, sino proponer todas al mismo tiempo. 

Nosotros pasábamos música igual que en nuestra casa, íbamos tirando canciones que de repente no sonaban en boliches. Vimos que pasar Shakira, Gwen Stefani, Britney Spears a todo volumen en una fiesta generaba algo especial, aprovechar para bajar el volumen y cantar, todo eso fue creciendo, pero nació de hacer una fiesta en el formato que más nos gustaba. Con infinito trabajo, se convirtió en lo que hoy es la Bresh.

¿Cómo se compone el grupo de amigos que la crearon?

El concepto de la fiesta surge de mi amigo Louta (Jaime Martín James), él es el que iba a presentar un disco que no estaba listo y decide armar la fiesta. Llamé a mi primo Broder (Alejandro Saporiti) y a Juan Ernesto Rodríguez. También estaban Nicolás Fernández y Juan Ignacio Ponce, que está a cargo de relaciones públicas, de los invitados y comunicación… 

Todo fue muy amateur, hoy en día todo ya tiene otra envergadura. Empezó siendo un grupo de amigos haciendo una fiesta y estábamos todos dispuestos a ayudar en lo que sea. Nos veníamos formando en cine, música, periodismo, sociología, economía… Teníamos el equipo perfecto armado sin darnos cuenta. Ahora se sigue sumando al equipo gente de veintipocos años –la edad que teníamos nosotros cuando empezamos–, ese espíritu joven de querer ganar y no pensar en límites, es un motor muy poderoso para crear. 

¿Cómo llegan a la palabra Bresh? 

Queríamos una palabra corta, pegadiza y linda. Salió de un brainstorming, se le ocurrió a Jaime. Es una palabra inventada, no significa nada. La fiesta se gestó desde algo muy artístico y sensible. Buscamos proponer mucho desde lo conceptual y visual: texturas, colores, sensaciones… 

¿Cómo fue el proceso de crecimiento de la fiesta? ¿Cuándo deciden internacionalizarse?

Veníamos haciendo muchas fiestas chiquitas y queríamos que sea una propuesta federal, por lo que hicimos una gira por el país. Fue creciendo cada vez más y llegamos a tener fiestas de hasta diez mil personas. Para nosotros era algo impactante, no lo podíamos creer. Nos dimos cuenta que la propuesta era fuerte y empezamos a tantear la idea de hacerla en otras partes del mundo: Uruguay fue de las primeros, pero también hicimos en Ecuador, Perú y cuando estábamos explorando Latinoamérica cae la pandemia. 

Hicimos La Bresh en casita vía Instagram Live y se globalizó tanto que empezamos a recibir interés de todas partes del mundo. Crecimos mucho a nivel internacional y cuando terminó la pandemia empezamos a salir a otras culturas e idiosincrasias, incluso cruzando el charco. Veíamos que la fiesta funcionaba igual de bien en Jujuy que en Miami, en Lima o en Madrid. Nos llevó mucho trabajo, infinitas fiestas, pero llegamos a llevar la Bresh hasta Japón. Fue una apuesta constante, nos animamos mucho a cambiar y los resultados fueron inimaginados. 

¿Cómo es el público que va a la Bresh?

Hoy es muy amplio. Antes de la pandemia el rango etario era un marcado sub 24, pero a partir de la pandemia nos conoció mucha más gente y eso abrió un abanico amplio. Hoy vienen a la Bresh personas de todas las edades. Siempre fue una fiesta muy popular: venía gente de todas las clases sociales y de todas partes del país. Si uno camina por la Bresh se va a encontrar a todas las versiones posibles de argentinos y eso se fue trasladando a cada país. Además, la música tiene mucho de MTV de los 2000, pero se mezclan con canciones nuevas manteniendo clásicos y una esencia nostálgica. Tengas la edad que tengas, te vas a gozar con música que te representa. Es una fiesta que siempre estuvo preparada para recibir a todas las edades. 

Se trata de una experiencia multisensorial, no importa en qué parte del mundo se haga, ¿qué cosas dirías que hacen a una Bresh? 

Sí, es una fiesta que tiene muchas particularidades. Yo creo que lo que verdaderamente “hace” a la Bresh es invisible, porque nace de un espíritu muy romántico y joven. Es una fiesta hecha para hacer felices a las personas. Lo que la hace especial es su esencia, más que las particularidades que la componen. 

Como hablábamos antes, las fiestas antes eran lugares oscuros, en los que la propuesta era bailar, tomar, y no mucho más. La Bresh tiene un formato más pensado como festival, es una experiencia. Al llegar no te recibe un seguridad con cara de malo, hay gente buena onda que te regala caramelos para darte la bienvenida. Montamos lugares para sacarse fotos, hay juegos, regalos, sorpresas. Las personas hacen un circuito al llegar como si fuera un parque de atracciones. A las cuatro de la mañana regalamos helados. La música se pasa en un formato especial, hay un escenario, hay mucho de show del que el público es parte, todos forman parte de la performance… Se arma una experiencia 360. 

También se caracterizan por sorprender con shows en vivo sin anuncio previo…

Bresh se convirtió espontáneamente en un lugar de encuentro de artistas. La vibra amistosa llevó a que los músicos que vienen se copen presentando sus últimos lanzamientos. Se dio naturalmente, casi como un guiño amistoso. Esto fue pasando cada vez más hasta que se convirtió en una especie de plataforma para artistas. Como casi todo en la Bresh, surge accidentalmente y siempre es una sorpresa para todos. La realidad es que no planeamos qué va a pasar, los artistas vienen, se entusiasman en el momento y la magia sucede. Es una caja de sorpresas, para nosotros también. Puede no haber ningún show en vivo o que haya varios en una misma noche, nunca sabemos. Siempre pasan cosas distintas. 

En Nueva York estuvo Rosalía y terminó tomando la bandeja, pasó temas suyos, se puso a loopear cosas, fue muy groso. Luis Fonsi nos sorprendió en España cantando Despacito una noche y la fiesta explotó. Se han dado crossovers muy esperados como fotos de Tini y Lali juntas, vienen también muchos amigos como Ozuna, Bizarrap, Duki. Vinieron todos los campeones del mundo de argentina y nos volvimos todos locos. Las fotos, los videos, y todos los registros de la Bresh son muy representativos de la energía de la fiesta.

Supe que tienen una especie de escuela de formación para DJs y performers, ¿cómo funciona?

La forma de pasar música en la Bresh se inspira en cómo uno pasa música en su casa, que va espontáneamente eligiendo temas. Nosotros llamamos a gente que genera esa magia especial, no buscamos gente que sepa a nivel técnico pasar música. 

Quienes forman parte de nuestros sets son músicos, actores, bailarines. Convocamos a esas personas que tienen esa “cosa linda” que contagia y les enseñamos a hacer las cosas en formato Bresh. No son artistas súper virtuosas dando vueltas por el aire o pasando música en un formato complejo: son gente que ves y pensás que podrían ser tus amigos. Como esas personas no necesariamente saben pasar música, nosotros les enseñamos. Les mostramos nuestro formato, damos clases de música, explicamos cómo usar la bandeja, cómo está bueno unir canciones, cómo unir canciones que son contrarias, cómo ser host de la fiesta, cómo dialogar con la gente sin hablar… conceptos que nos salieron inconscientemente y ahora lo transcribimos en un formato. También tenemos ensayos de baile, armamos coreos más bien actorales... Llamamos a gente sinvergüenza que genera buen ambiente.

Trabajan magistralmente la comunicación: ¿cómo llegaron a la identidad visual? ¿por qué el uso de esa paleta de colores? ¿cómo aparecen los objetos y símbolos que la caracterizan?

Toda nuestra comunicación es lo opuesto a aquel concepto de noche del que hablábamos: algo misterioso, oscuro, que no se ve. Como nosotros venimos de distintas disciplinas artísticas la propuesta visual tiene mucho peso. Bresh nos inspira cosas lindas y texturas, uno piensa en chicle, peluches, flores, gomitas. Así llegamos a una paleta rosa. 

Tenemos un fanatismo por lo japonés y a partir de eso aparece el cerezo, que al principio poníamos unas ramitas baratas para decorar, pero con el tiempo desarrollamos mejor y hoy en día montamos árboles de cerezos rosa que parecen reales.

Con los caramelos aparecieron los ositos de gominola y ese concepto terminó con un oso de peluche de 9 metros que se llama Breshito y hasta Messi se sacó fotos con él. Todo tiene una lógica, la golosina, la textura, esos objetos que nos acompañaban de niños pero que ahora se resignifican. Un estilo que tiene que ver con los 2000, con la cultura japonesa, con la primavera. Son cosas que surgieron naturalmente pero que tienen un sentido. 

¿Cómo te imaginás que continúa la Bresh de aquí en más?

A partir de la Bresh tuve la oportunidad de viajar por todo el mundo y constatar que las personas tenemos algo en común en todas partes del mundo. No importa el idioma, la cultura, la idiosincrasia: para los seres humanos la música y el baile son un refugio. Es algo propio del origen del ser humano. Para ser felices necesitamos compartir con otros, reírnos, divertirnos. Sentir que somos todos iguales me parece poético y revelador.

La Bresh es un bicho que cobró vida propia. Tenemos el timonel, pero el barco nos lleva a lugares nunca pensados…

Ping Pong con Pablo Monti:

  • Un músico: Damon Albarn
  • Un libro: El Aleph, de Jorge Luis Borges
  • Un miedo: Infinitos miedos, pero el peor es que le pase algo malo a mis más cercanos
  • Un cineasta: Wong Kar-wai
  • Un sueño por cumplir: Que la Bresh conquiste los corazones de todas las personas

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